No todos los días se levanta un trofeo. La mayoría de las veces, la gloria en el pádel no tiene forma de copa ni se graba en una placa. Es más discreta, más íntima, pero igual de poderosa. Son esas pequeñas victorias que solo entienden los que juegan en serio, los que vuelven a la pista una y otra vez buscando ese momento que lo cambia todo.

Piensa en ese partido de martes por la noche, cuando lograste avanzar de grupo en el torneo del club. No hubo cámaras, ni público, ni premios, pero la sensación de haber dado el salto, de haber dejado atrás a rivales que antes parecían invencibles, te acompañó toda la semana. O esa vez que, después de varios intentos, por fin le ganaste a esa pareja “invencible”. El apretón de manos al final, la sonrisa cómplice con tu dupla, y el mensaje en el What’s: “¡Hoy sí se pudo!”

La gloria cotidiana también se esconde en la app de Playtomic, cuando ves que subiste de ranking. Puede que nadie más lo note, pero tú sabes lo que costó: los entrenamientos, los partidos sufridos, las derrotas que dolieron y las ganas de mejorar. Es ese pequeño número que sube y te recuerda que vas por buen camino.

Y qué decir de esos tiros espectaculares que salen una vez cada cien intentos: la volea imposible, el remate que sale fuera de la cancha, el globo perfecto que deja parado al rival. A veces, la gloria es ese punto que nadie esperaba, el que te hace gritar y celebrar como si fuera la final del mundo, aunque solo sea un partido entre amigos.

Lo curioso es que esas pequeñas victorias son las que te hacen regresar. No es solo el resultado, es la sensación de superarte, de romper una barrera, de vivir el pádel con intensidad. Es saber que cada partido trae una oportunidad nueva de gloria, aunque sea solo para ti y para los que comparten la cancha contigo.

Porque al final, la gloria cotidiana es la que mantiene viva la pasión. Es la que te hace entrenar bajo el sol, levantarte temprano para el partido del sábado, o quedarte practicando ese tiro hasta que salga. Es la que se celebra con un puño al aire, una sonrisa o una ronda de bebidas con la banda.

Así que la próxima vez que logres una de esas pequeñas victorias, celébrala. Porque solo los que juegan en serio saben lo grande que puede ser la gloria cotidiana.

 

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